El ángel del golf por Waldemar Iglesias

Ahora, bajo el cielo de Augusta, el hombre de las manos gruesas y geniales festeja como si casi nada hubiera ocurrido. Acaba de obtener un logro con garantías de hito en la historia del deporte. Su último tiro es breve, manso, impecable. Pero Angel Cabrera no ofrece ningún gesto grandilocuente: levanta su brazo derecho, cierra el puño y lo revolea por el aire de Georgia.
En la otra mano sostiene a su anexo inseparable, un palo de golf que lo acompaña a recorrer el mundo tras los pasos de la gloria. Kenny Perry, su rival hasta el segundo hoyo de desempate, lo mira con más asombro que disgusto. El cordobés al que todos conocen como El Pato escucha aplausos. Son la consecuencia inevitable para su triunfo inmenso: acaba de consagrarse en el Masters de Augusta, uno de los cuatro Grand Slams de este deporte.
El 12 de septiembre cumplirá 40 años y los festejará en Villa Allende, allí donde se hizo golfista mirando a Eduardo Romero, su impulsor en los tiempos de la niñez y de la adolescencia. Sucede que Cabrera comenzó a sumar sus primeras propinas como caddie en el Córdoba Golf Club. Sus amigos, la mayoría más grandes que él, fueron los que le insistieron para que se sumara a esa tarea. Primero dudó. Luego les respondió con una frase que terminó siendo un principio: "Voy a ver de qué se trata".
Se entusiasmó pronto. Miraba, preguntaba, aprendía. Era inquieto. Así desde bien temprano en la mañana hasta que el sol se iba y lo mandaba de regreso a su casa. Supo, a partir de su potencia para pegarle a la pelotita, que su pretensión de convertirse en profesional estaba al alcance. Lo consiguió a los 20 años. Y en su cuarto viaje a Europa logró clasificarse para el Tour Europeo de 1996.
Creció a pasos grandes. Al año siguiente jugó su primer Major, el British Open. Ya en 1999, se trepó hasta el cuarto puesto de ese tradicional torneo. Dos años después se consagró por primera vez en el Tour Europeo al ganar el Abierto de la República Argentina. Al año siguiente obtuvo su primera victoria en el Viejo Continente al ganar el Benson & Hedges Open.
Más cerca en el tiempo, consolidó su crecimiento. Tras finalizar 2004 en el puesto 11 de la Orden de Mérito, en 2005 se llevó el título en el BMW Championship, el segundo torneo más importante que se disputa en Europa, detrás del Abierto Británico. No sólo eso: entonces, ingresó por primera vez en su carrera al top ten del Official World Golf Ranking.
Su primer impacto mundial, sin embargo, lo dio en 2007: se convirtió en el segundo golfista argentino y latinoamericano en ganar un Grand Slam en la historia (luego del extraordinario Roberto De Vicenzo): ganó el US Open en el Oakmont Country Club. No lo hizo ante cualquier rival: se impuso por un golpe de ventaja ante Tiger Woods, el número 1 del mundo y uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Ayer, dio su segundo gran golpe: se puso para siempre la codiciada chaqueta verde, el emblemático premio que se entrega en Augusta. Lucía feliz así vestido y con la medalla de oro colgada para la foto que ahora recorre el planeta entero de los medios deportivos. Sabía, a esa altura, que su nombre y su origen quedarían grabados para siempre en el Trofeo de los Maestros, que se entrega desde 1961.
"Es el momento más feliz de mi vida", dijo con toda la alegría que le cabía en su cuerpo grande de 183 centímetros y 95 kilos. Pensó en su esposa Silvia y en sus hijos Federico y Angel Jr. Rememoró sus días de pibe, en los que nació el golfista. Y recordó aquel cuadro con la foto de un saco verde que le obsequió De Vicenzo, con cinco palabras a modo de premonición: "Para cuando ganes en Augusta".
Ese día aconteció ayer. El Pato, el pibe de Villa Allende, el jugador para la historia, El Angel del golf, el orgulloso habitante de la provincia de Córdoba conmovió a todos. Y, con la naturalidad de su talento, se abrazó para siempre a la historia grande del deporte argentino.

P.D. Un gran triunfo histórico en un país netamente futbolero, pero que sabe reconocer a sus figuras en otros deportes.