lunes, 7 de diciembre de 2009

Sorteo: y ¿a qué se va al Mundial?

El famoso quinto partido se ha convertido en una peligrosa obsesión nacional. En todas partes se habla de él como si fuera un derecho adquirido; como si se tratara de la tierra prometida que acabará con toda la miseria que nos rodea. Y por favor, sólo es un partido de cuartos de final. Ahí no se encuentra el destrabe a nuestra crisis económica, ni al bajo nivel educativo o el problema del narco. Llegar a ese partido incluso superando a Argentina no nos hará un mejor país. Al día siguiente el arroz, los frijoles y la cerveza tendrán el mismo precio; López Obrador seguirá existiendo lo mismo que Elba Esther, el Partido Verde, el PAN y toda su mojigatería, el PRI-PRD y toda su corrupción, México y todas sus cosas buenas y malas.
Se entiende que en una época tan difícil como esta nos encontremos urgidos de triunfos que mantengan a flote la moral de una sociedad cada vez más decepcionada. Pero usar al equipo mexicano como bote salvavidas nos hundirá a civiles y jugadores. Pocas selecciones pueden cargar con una responsabilidad tan pesada y nosotros no somos una de ellas. Por eso ahora que ya conocemos la ruta crítica para llegar al tan laureado quinto juego más vale que nuestros pasos no nos hagan tropezar. A pesar de lo que digan los autómatas de Televisa y TvAzteca el nuestro no es un grupo fácil, así como tampoco lo es terminar entre los ocho mejores equipos del Mundial.
Lo único que podemos pedirle a la selección es que salga a la cancha sin miedo. Que los jugadores de verde se atrevan al túnel y la gambeta, la pared, la “cuautemiña” y la tijera. Es preferible quedar en doceavo lugar con un futbol que arranque aplausos, a terminar en sexto con uno que provoque bostezos.
Será por eso que muchos añoramos a Dinamarca del 86 (décimo lugar) y nadie a Grecia del 2004 (campeón de la Eurocopa).

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